BEN HOWARD INVENTA LA MAGIA EN LA CALMA DEL BOTÁNICO
COMO UN HECHICERO DE LUZ Y SONIDO, EMBRUJA EL JARDÍN BOTÁNICO Y OFRECE UNA NOCHE PARA EL RECUERDO
Un gran escenario. A un lado, el gran bloque gris rectangular de cerca de veinte plantas de la facultad de biológicas. Al otro, los árboles del botánico iluminados de morado y azul. Suena una voz en el recinto. «En 5 minutos comenzará el espectáculo». Las luces de los árboles y del cielo se vuelven más intensas a las 22:30, hora de comienzo del concierto.
Media hora antes terminaba el show de Santero y los muchachos en el momento más caliente del directo, con ganas de más rock y mucho que mostrar aún. La puntualidad de los conciertos en el Jardín se vuelve cruz para aquellos que no saben dosificarse. Pero esto iba a cambiar en unos minutos.
Las pantallas laterales y tras el escenario se iluminan. Una intro instrumental como muestra de lo que está a punto de ocurrir. En las pantallas, colores psicodélicos que acompañan a un sonido que bien podría parecer un nuevo disco de aquellos Pink Floyd que hicieron historia. Tras unos minutos se descubre la canción: Richmond Avenue.
Las influencias en el artista no están disimuladas. La versión en directo de la canción se va acercando a Mike Oldfield, mientras lentamente aparece la electrónica experimental dando un sello propio a su música hasta llegar al silencio.
Fundido a rojo en las pantallas. Days of Lantana. El músico frente al escenario de forma discreta. También lo sería con sus pausas para conversar con el público. Imágenes de una isla que iluminan la pista de rojo. Solo han faltado cinco minutos para crear un momento atemporal. El público que ha tenido suerte en asistir comienza a introducirse en lo que este artista consigue. Crear una experiencia audiovisual llena de magia, y tras su directo en la Riviera en 2023, el Jardín Botánico es el molde perfecto para su propuesta sensorial.
Algunos espontáneos le gritan desde el escenario, algo recurrente en los directos. La sorpresa viene cuando responde en un español castizo «muchas gracias». Y mientras el público le aplaude, unas luces nacen del escenario y llegan hasta las tres estrellas del triangulo de verano que brillan sobre el escenario. Black Files suena mientras los platos de la batería resuenan como un gong espiritual. La voz sensible de Ben vuelve a hacer magia y resuena dentro de cada espectador.
La máquina atemporal del Howard se para en 2021. Follies Fixture evoluciona al Sigor Ros más profundo. Siguiendo el mismo disco, el folk de Buzzard y la esencia de Radiohead en su Crowhurst’s Meme antes de volver al origen.
Hay músicos que imprimen su propia esencia en su música, como si solo les perteneciera a ellos. Ben Howard se toma sus tiempos, y su música le responde generando uno especial para quien le escucha. Su música imprime una pausa genuina que interioriza en quien está frente al escenario, de una forma que solo el directo puede hacer. Para prueba, Nica Libres at Dust.
Para el resto del concierto, un paisaje sonoro, llegando a él únicamente por el mapa visual de sus pantallas a través de Someone in the Doorway, Hot Heavy Summer, Small Things, Life in the Time, Couldn’t Make It Up, Keep Your Head Up y Spirit.
Al final del concierto, una sensación de paz interior que solo un gurú musical que haya bebido de tantas fuentes sonoras es capaz de transmitir. La preciosa letra I Forget Where We Were cierra esta preciosa noche de julio de suave viento y magia en cada estrofa en las noches del botánico.