Un chapuzón en «El Lago de los Cisnes»
La compañía de ballet clásico de Cuba refresca el ocio de Madrid este verano con su propuesta creativa de la obra de Tchaikovsky
El Teatro EDP Gran Vía propone al Ballet clásico de Cuba de Laura Alonso, versión de Alicia Alonso, representar esta obra maestra de la historia de la danza, que seduce no solo a los grandes entendidos del ballet, sino que es una gran oportunidad de introducirse en estas aguas, como es mi caso.
Se abre el telón y destaca al fondo el primero de varios decorados pintados a mano. La sensación de atemporalidad se vuelve presente. Las fornidas piernas de los bailarines comienzan a moverse con la delicadeza de movimientos que solo quien domina a la perfección su cuerpo es capaz de hacer. Hecha la presentación, el bufón asombra al público con sus enérgicos saltos y la violencia de sus gestos.
El primer acto se desarrolla sin que el espectador pueda salir de su asombro. Si no fuera porque mis ojos ven la punta de los dedos rozar el escenario, pensaría que las bailarinas levitan.
Tras la bajada del telón y la pausa entre actos, el show comienza de nuevo haciendo acto de presencia el cisne negro. Pero este cisne brilla. La luz del escenario refleja los ahora presentes colores de su oscuro vestido. El movimiento de la cabeza es tan realista que simula a la perfección al ave.
Las bailarinas entran sobre el escenario con rapidez, siguiendo los pasos exactos las últimas de las primeras y dibujando una simetría en el escenario. Y se desvanecen como una gota de lluvia sobre el asfalto de verano. Lo que permanecen son las imágenes en mi memoria, como la de la bailarina que deja caer sobre el brazo del actor y su espalda se deposita en él como si cayera el peso de su alma.
Voy descubriendo que el ballet no deja opción a la improvisación. El estado de ánimo, la técnica adquirida durante años, los numerosos ensayos… Todo se refleja en un instante, aunque quede el espejismo de la inercia y de que la gravedad no exista. Todo depende del movimiento del cuerpo y la posición de los pies, aunque esto sea imperceptible para el ojo no acostumbrado. Y es que me da la sensación de que mirar los pasos, es como descubrir el libro de trucos de un mago.
Después de ver esta maravilla sensorial, no puedo más que desear sumergirme en el mundo del ballet, donde los personajes dejan de ser humanos, y tampoco llegan a ser animales, sino que crean un ente de gracilidad superior.